La construcción de la Vía Layetana

En los tiempos de Enrique Hernández y Eloy Pavía todo era distinto. Incluso Barcelona lo era. Todavía no estaba demasiado extendida la luz eléctrica ni tampoco los automóviles. Eran tiempos en los que el skyline de la ciudad no estaba dominado por las Torres Mapfre, la Sagrada Familia era irreconocible y Jordi Hurtado no había siquiera nacido. Fíjense si ha cambiado la ciudad que en los días en que transcurría la trama de Ciudad de cenizas no había todavía metro. Fue precisamente durante aquellos años de construcción de la Vía Layetana en los que se aprovechó para dejar bajo su trazado un túnel empotrado por si algún día —quizá quince años más adelante— se pudiese aprovechar para instalar una de esas moderneces que funcionaban tan bien en otras ciudades europeas y americanas.

Obras de apertura de la Vía Layetana. Zanja para el futuro metro (1912) Frederic Ballell Maymí/AFB
Obras de construcción de la Vía Layetana. Zanja para el futuro metro (1912) Frederic Ballell Maymí/AFB

Pero cuando nuestro sereno, Enrique Hernández, llegó a Barcelona procedente de Barbastro lo cierto es que ni siquiera existía esta vía. En su lugar había un barrio. Mejor dicho, muchos barrios. Barrios de calles estrechas y húmedas por donde el sol asomaba con dificultad. Barrios que se habían convertido en un estorbo para conectar el puerto con el nuevo y flamante Ensanche. Vestigios del pasado en una ciudad cuya burguesía miraba al futuro con optimismo. La ciudad vieja era entonces el recuerdo de otro tiempo. Un tiempo miserable. Pero ella —ello— seguía allí imperturbable y ajena a la construcción de la nueva ciudad. No había más opción que rajarla y colocar una arteria principal a través de la cual se pudiese atravesar lo más rápido posible tapándose la nariz con una mueca de asco.

A la burguesía y a la clase política les preocupaba la higiene y la comunicación, por supuesto, pero sobre todo les preocupaba la seguridad. El laberinto de callejuelas, la ratonera en la que se habían convertido los barrios viejos era el escondrijo perfecto para que los delincuentes o —peor— los anarquistas se esfumasen entre sus pasajes. Convenía pues abrirla. Partirla en dos con una amplia avenida a través de la cual la policía pudiese llegar antes a cualquier rincón. Y dicho y hecho. En 1907 el Banco Hispano-Colonial se hizo con la financiación del proyecto reservándose a cambio la construcción de su sede al principio de la futura vía, por entonces conocida como Gran Vía A. La primera de las tres incisiones que estaba proyectado hacer en la ciudad vieja y la única que finalmente se llevó a cabo.

La sede del Banco Hispano-Colonial se ubicó en el número 3 de la Vía Layetana y fue obra del célebre arquitecto Enric Sagnier. En la actualidad es el BCN Hotel Colonial, cuyas siglas esculpidas en la fachada coinciden con las del extinto banco.


El concurso de fotografía del Ayuntamiento de Barcelona.

Reforma de la Gran Vía A. Derribos para la construcción de la futura Vía Layetana (1908) AFB
Reforma de la Gran Vía A. Derribos para la construcción de la futura Vía Layetana (1908) AFB

A medida que se acercaba el inicio de las obras de construcción de la Vía Layetana algunos artistas empezaron a inquietarse por la inminente pérdida de patrimonio de la ciudad, no solamente arquitectónico sino también social y cultural, así que se unieron para solicitar al consistorio una solución. Consiguieron que el ayuntamiento convocase a finales de enero de 1908 un concurso de fotografía y dibujo con el fin de documentar aquellas calles, plazas, soportales y talleres que iban a dejar de existir. En marzo de 1908 el rey Alfonso XIII golpeaba con un pico el número 77 de la calle Ample, dando por inaugurada la gran obra. La reforma. El gran tajo con el cual desaparecerían más de dos mil viviendas y diez mil vecinos. No constan grandes protestas por parte de unas clases populares que llevaban toda la restauración borbónica llenando de agravios su zurrón.

De aquel concurso convocado por el ayuntamiento se obtuvieron más de seiscientas fotografías que hoy atesora el Arxiu Fotogràfic de Barcelona (AFB) y que en el 2019 protagonizaron la exposición «La ciutat dels passatges. Abans de la Via Laietana». Entre todas las fotografías del fondo he podido encontrar algunas donde aparece la antigua iglesia de Santa Marta, uno de los escenarios que aparece en Ciudad de cenizas y uno de los pocos edificios que salvó algo durante la gran reforma. Su portal barroco fue trasladado por Domènech i Montaner desde la calle Riera de Sant Joan, donde estaba ubicada la iglesia, hasta el Hospital de Sant Pau, por aquel entonces en construcción. Allí todavía se puede ver su fachada.

Calle Riera de Sant Joan con la Iglesia de Santa Marta a la derecha (1908) Josep Pons Escrigas/AFB
Calle Riera de Sant Joan con la Iglesia de Santa Marta a la derecha (1908) Josep Pons Escrigas/AFB
Fachada de la Iglesia Santa Marta. Calle Riera de Sant Joan (1908) Josep Pons Escrigas/AFB
Fachada de la Iglesia Santa Marta. Calle Riera de Sant Joan (1908) Josep Pons Escrigas/AFB
Portal de Santa Marta en la actualidad, situado en el pabellón de cocinas del Hospital de Sant Pau (2020) Kike Corella
Portal de Santa Marta en la actualidad, situado en el pabellón de cocinas del Hospital de Sant Pau (2020) Kike Corella